Pablo Correa

Presupuesto 2016, back to the basics

Como éste es un país serio, estoy confiado en que la trayectoria de la expansión del gasto durante el próximo año será menor

Por: Pablo Correa | Publicado: Miércoles 17 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.
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La discusión sobre la formulación del presupuesto fiscal para el año 2016 comenzó un poco más temprano que otros años. En parte esto se debió al cambio de Ministro de Hacienda y a la mención, en el reciente Informe de Política Monetaria del Banco Central, de que tanto la política fiscal como monetaria ya han “hecho la pega”. Así, la conclusión es que para apuntalar el debilitado crecimiento de nuestra economía es necesaria la activación de la demanda privada.

Dado esto, lo más probable es que a partir de septiembre se enfrenten dos fuerzas antagónicas. La primera tratando de defender una expansión del gasto similar -o marginalmente menor- a la de este año (9,8% presupuesto versus presupuesto, en términos reales sobre la ejecución de 2014 es significativamente menor). En ese bando estarán quienes aún piensan que los dos años de magro crecimiento se deben a factores externos y que sólo el Fisco podrá defendernos. Al optar por ese camino, se violentaría la trayectoria de gasto comprometida por el gobierno en post de alcanzar un equilibrio estructural de las finanzas públicas hacia 2018.

En la vereda opuesta, donde presumo se encontraría la autoridad fiscal, estarán quienes piensan que si bien en un inicio -hacia 2013- las fuerzas externas e internas, que transitoriamente elevaron el crecimiento a niveles del 6% en los años previos, explicaron la desaceleración de la economía, posteriormente fue el “shock autónomo” interno vinculado a un ambiente creciente de incertidumbre, lo que terminó de hundir la inversión y el consumo privado. Dada esta hipótesis, no se le pueden pedir peras al olmo, y el espacio expansivo de la política fiscal es menor.

Como este es un país serio, estoy confiado en que la trayectoria de la expansión del gasto el 2016 será menor. Esto tendrá un efecto sobre la confianza, sin lugar a dudas. Negarse a optar por el camino más fácil, que es postergar la consolidación fiscal y nuevamente hacer responsable al Estado de cerca del 50% del crecimiento del empleo y el producto, será una declaración no de austeridad como algunos argumentan, sino de seriedad. Así como la política monetaria, a través de un duro y coherente trabajo durante ya varias décadas, ha logrado anclar las expectativas de inflación, generando un sin número de bienes públicos, la política fiscal también debe luchar contra los cantos de sirena para ganar credibilidad en su trayectoria de mediano plazo, pese a las limitación de no tener un marco legal que la restringa mayormente, como es el caso de la política monetaria.

Habiendo optado por ese camino, la duda es si los números cuadran o no. Creo que hay buenas noticias en el horizonte desde el punto de vista de los ingresos del Fisco, tanto efectivos como estructurales. Partiendo por los ingresos vinculados a la gran minería del cobre, este 2015 debiese ser el año más bajo del actual ciclo de precios. Hacia 2017 y 2018 se prevén precios entre US$3 y US$3,5. Al mismo tiempo y más relevante aún, la industria nacional ha realizado un esfuerzo en la contención de costos, que debiese redundar en un incremento del aporte de este ítem.

Desde el punto de vista tributario, por otra parte, creo que el mayor logro de la reforma tributaria ha sido incrementar la elasticidad entre demanda interna y recaudación, lo que refleja una reducción en la evasión y elusión, que es desde un punto de vista de mediano plazo más efectivo que un aumento en la tasa fiscal. Finalmente, las expectativas de crecimiento del PIB potencial probablemente sean menores que las del actual presupuesto, producto de la baja expansión del stock de capital. Sin embargo, reconocerlo también ayudará a generar credibilidad en la metodología de la regla.

Todo esto debe cuadrarse finalmente por el lado del gasto del Estado. Acá es donde la discusión es lamentablemente menos abundante. La Ley de Presupuesto debe entrar a exigir una mayor eficiencia del gasto, retomar la focalización versus la garantía universal, evitar una expansión innecesaria del Estado que después es casi imposible revertir y entregar tareas al sector privado con estándares más estrictos, entre otras. De ser así, estoy convencido que podremos conjugar cuentas fiscales sanas, creíbles y estables, con el rol social que todos esperan del Estado.

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